Traducción de artículo "Function and Functionalism: A Synthetic Perspective" de Bunge y Mahner con Chat GPT

Traducción con GPT

Resumen

En este artículo examinamos los siguientes problemas: ¿Cuántos conceptos de función existen en biología, ciencias sociales y tecnología? ¿Están lógicamente relacionados y, de ser así, cómo? ¿Cuáles de estos conceptos de función afectan a una explicación funcional en oposición a una mera descripción funcional? ¿Cuáles son las consecuencias de una visión pluralista de las funciones para el funcionalismo? Sostenemos que existen cinco conceptos de función en biología, que están lógicamente relacionados de una manera particular, y seis conceptos de función en ciencias sociales y tecnología. Solo dos de ellos pueden ayudar a efectuar una explicación funcional genuina. Por último, nuestro enfoque sintético nos permite distinguir cuatro variedades diferentes de funcionalismo en biología, psicología, ciencias sociales y tecnología: formalista, caja negra, adaptacionista y teleológico. Y solo uno de ellos es explicativo en el sentido fuerte defendido aquí.

Introducción

Los análisis filosóficos de los conceptos de función y explicación funcional son numerosos. Es evidente en estos estudios que la palabra 'función' no designa un único concepto de función para todo propósito, sino en realidad una pluralidad de conceptos de función. Sin embargo, todavía no está claro cuántos conceptos de función hay y si están lógicamente relacionados, y de ser así, cómo lo están. Tampoco está claro cuáles de estos muchos conceptos de función ocurren en qué disciplinas científicas: ¿Hay un concepto universal de función que se pueda encontrar en cualquier rama de la ciencia, y hay nociones específicas que ocurren solo en una ciencia particular? Además, si la palabra 'función' designa una pluralidad de conceptos, ¿qué significa precisamente una explicación funcional? Y ¿qué pasa con el término 'funcionalismo': también designa diferentes tipos de funcionalismo?

En este artículo trataremos de responder a estas preguntas. Comenzamos analizando las nociones de función que ocurren en biología y procedemos a examinar si también se pueden aplicar a las ciencias sociales y la tecnología.

Al hacerlo, nuestro objetivo no es revisar todos los estudios previos sobre la noción de función, sino encontrar unidad detrás de esta diversidad, que enfatiza en particular las relaciones lógicas de los diversos conceptos de función distinguibles. Luego exploraremos las consecuencias de nuestro análisis para la noción de explicación funcional. Finalmente, aplicaremos nuestra síntesis al funcionalismo en biología, ciencias sociales y tecnología, lo que nos permitirá distinguir tantos tipos de funcionalismo como haya nociones de función.

Funciones en biología

El concepto de función ha sido uno de los temas principales en la filosofía de la biología: ver, por ejemplo, Bock y von Wahlert 1965; Cummins 1975; Wright 1976; Nagel 1977; Prior 1985; Bigelow y Pargetter 1987; Millikan 1989; Brandon 1990; Neander 1991; Godfrey-Smith 1993; Griffiths 1993; Kitcher 1993; Amundson y Lauder 1994; Buller 1998; Preston 1998; así como el trabajo en gran parte desconocido de Berier y Pirlot (1977). Estos estudios han propuesto, por ejemplo, las nociones de función de Cummins, función de papel causal, función como valor de supervivencia, función de sistema, función de diseño, función etiológica o propia, o función evolutiva histórica. Sin embargo, hay pocos estudios que hayan intentado sistematizar algunas de estas nociones (por ejemplo, Walsh y Ariew 1996, y, publicado mientras ya estábamos revisando este trabajo, Wouters 1999). Y parece que no han realizado la relación lógica entre los diversos conceptos de función. Por esta razón, valdrá la pena intentarlo de nuevo y echar otro vistazo a las funciones biológicas. Al hacerlo, mejoraremos nuestro análisis anterior de la noción de función en biología, Mahner y Bunge 1997.

Sostenemos que, en biología, el término 'función' se utiliza en al menos cinco sentidos diferentes, aunque relacionados. Hay dos conceptos básicos que ayudan a definir los otros tres. El primer concepto básico es el de actividad interna (biótica). Más precisamente, la actividad interna de algún sistema u subsistema orgánico, como un tejido o un órgano, es simplemente el conjunto de todos los procesos que ocurren en él. Piense en las innumerables reacciones bioquímicas que ocurren en el hígado. Si estos procesos son útiles o no para el organismo, o para cualquier cosa en ese momento, es irrelevante - en esta etapa del análisis. En otras palabras, esta noción no tiene ninguna connotación evolutiva, adaptativa o teleológica.

Este concepto puede parecer tan amplio como para resultar inútil. De hecho, en principio, la actividad interna de cualquier sistema concreto puede ir desde procesos microfísicos a nivel cuántico hasta macrofísicos como el desarrollo. Por esta razón, tendremos que centrarnos en aquellas actividades internas de los sistemas bióticos que son de interés para la biología, y por lo tanto añadir el calificativo "biótico" o "biológicamente relevante" cuando se hable de la actividad interna de algún sistema o subsistema biótico. Sin embargo, no podemos excluir de antemano ninguna actividad de ser relevante biológicamente, por lo que necesitamos esta noción amplia. Además, la actividad interna de cualquier sistema dado comprende tanto las idiosincrásicas como las específicas del tipo. Así, si es necesario, podemos formar la noción de actividad interna específica, que se refiere a aquellos procesos que sólo un sistema de un determinado tipo puede experimentar. Por ejemplo, necesitamos tal concepto si queremos hablar de la actividad interna normal de un sistema (donde "normal" se concibe en un sentido puramente estadístico, no normativo). Pero de nuevo, la actividad interna de algún sistema biótico puede, pero no necesariamente ser la misma que su actividad normal.

Al hablar de los subsistemas organismicos, es evidente que estos no existen de manera aislada, sino que son componentes de algún sistema más inclusivo, en particular el organismo o incluso el sistema organismo-ambiente. Por lo tanto, las actividades internas de cada subsistema organismico están de alguna manera relacionadas con las actividades de otros sistemas. Llamamos actividad o función externa (biótica) de un subsistema organismico a las relaciones del mismo con (o más bien, sus interacciones con) otros subsistemas organismicos, con el organismo en su totalidad, o con el organismo-en-su-ambiente. En otras palabras, la función de un subsistema organismico es lo que hace en el supersistema del cual es parte. De nuevo, esta noción abarca todas las funciones de un subsistema dado, y no se preocupa por la utilidad de dicha actividad. Y, como antes y según sea necesario, podemos restringir este concepto muy amplio al de la actividad externa específica.

Según las distinciones anteriores, una de las actividades internas (específicas) del corazón es la realización de contracciones rítmicas (incluyendo la producción concomitante de sonidos cardíacos), mientras que su actividad o papel externo es la bombeo de sangre. (En alemán y francés, estos dos conceptos se distinguen por diferentes palabras: el primero se designa por Funktionieren y fonctionnement respectivamente; el segundo por Fungieren [o Rolle] y fonction [o role] respectivamente. Véase Bernier y Pirlot 1977; Mahner y Bunge 2000.)

En biología, se ha llamado "función" (en el sentido de "funcionamiento") tanto a la actividad interna específica como a la actividad externa específica de un subsistema organismal o a ambas. Distinguimos estas nociones mediante subíndices: los dos conceptos básicos son los de función1 (actividad biótica interna) y función2 (actividad biótica externa o papel). Dado que las actividades interna y externa de algún órgano suelen ser interdependientes, estos conceptos pueden combinarse en la noción de función3 (actividad interna y externa combinadas). Por ejemplo, al hablar de la función de las piernas, usualmente nos referimos tanto a las actividades fisiológicas de los músculos como al desplazamiento que éstas permiten. Del mismo modo, las contracciones rítmicas del corazón nos interesan sólo en la medida en que permiten su rol como bomba sanguínea. Dado que estas tres nociones de función no implican nada en cuanto al valor o utilidad de las actividades correspondientes, a menudo se les llama "efectos" en lugar de "funciones". Sin embargo, constituyen el trabajo o funcionamiento del sistema en cuestión, por lo que son de hecho funciones en este sentido.

Obviamente, la función3 de algún subsistema organismal puede ser valiosa para el organismo en su conjunto, es decir, puede favorecer su supervivencia o reproducción; o puede ser indiferente o incluso desvalorizable. Por ejemplo, mientras que la función3 del corazón es altamente valiosa, la del apéndice es casi nula, y la de un tumor es desvalorizable. Si la función3 del subsistema es valiosa para el organismo, lo llamamos, o al subsistema en cuestión, una adaptación. (Gould y Vrba 1982; Mahner y Bunge 1997). Correspondientemente, una función3 desvalorizable es una maladaptación (o malfunción o disfunción). Y si una función3 resulta ser neutral, podríamos llamarla una nuladaptación. Cualquier función2,3 que sea una adaptación se llama función4. En consecuencia, la producción de sonidos cardíacos no es una función4 del corazón, aunque claramente es una de sus actividades (funciones3). Sin embargo, es claramente una adaptación de nuestras narices para sostener gafas.

Como los biólogos evolutivos querrían señalar, la adecuación de la mayoría de las actividades a menudo no es simplemente accidental: en la mayoría de los casos será el resultado de la selección. Llamamos adaptación a una aptación que ha sido retenida o mejorada por la selección. Y designamos este concepto como funciones. En consecuencia, no es una función5 de nuestras narices sostener gafas. Tenga en cuenta que todas las adaptaciones son aptaciones, pero no al revés. (Gould y Lewontin 1979; Gould y Vrba 1982) También tenga en cuenta que no hay tales cosas como maladaptaciones (o malfunctions5), sino solo malaptaciones (o malfunctions4): Por definición, no puede haber características que sean favorecidas por la selección por ser desfavorables (véase también Davies 2000).

Las definiciones anteriores muestran que el concepto de función5 presupone lógicamente (o implica) el de función4, que a su vez presupone el de función, función2 o función3. Por lo tanto, no hay solo una pluralidad de conceptos de función, sino que estos conceptos están relacionados lógicamente, es decir, por la relación de implicación (ver Figura 1) -un hecho que hasta ahora parece no haber sido suficientemente apreciado. Los procesos correspondientes también son históricamente anteriores entre sí: una nueva mutación puede establecer una nueva actividad interna o externa de algún órgano, que puede resultar ser una aptación en un ambiente determinado, o bien una malaptación. Si resulta ser una aptación, la selección natural puede comenzar a propagar esta aptación en la población, imponiendo tal vez una dirección en el proceso evolutivo subsiguiente. En otras palabras, nuestro análisis está en sintonía con la biología evolutiva.

Aquí va el esquema de los conceptos de función

La nota indica que en principio se puede eliminar la palabra ambigua "función" en favor de las expresiones "actividad interna", "actividad externa", "aptación" y "adaptación". Cualquiera de estas nociones puede ser llamada "función" en un contexto determinado, por lo que es necesario prestar atención a qué concepto se hace referencia en cualquier trabajo biológico. Por lo tanto, la búsqueda del concepto de función en la biología es fútil.

Funciones en ciencias sociales

Dadas las diferentes naturalezas de los sistemas bióticos y sociales, podemos preguntarnos si el análisis anterior tiene algún uso en las ciencias sociales. Sostenemos que sí. De hecho, todos los cinco conceptos de función distinguibles arriba ocurren en la literatura de ciencias sociales, aunque solo tácitamente (Fig. 1): actividad social interna, rol (actividad social externa), actividad cum rol, aptación (actividad social o rol valioso) y adaptación (una aptación que se reproduce debido a su valor, tal vez mejorándose en el proceso de selección). Ejemplos: las actividades internas de los sistemas sociales son la fabricación, la coordinación del trabajo en una empresa o en una orquesta, la elección en una política o un club, la enseñanza en una escuela y el juego en un equipo de fútbol. Las actividades externas (roles) de los sistemas sociales son el comercio, el marketing, las relaciones exteriores, el espionaje, la radiodifusión y la publicidad. Nuevamente, las actividades internas de los sistemas sociales nos interesan principalmente en la medida en que permiten que se desempeñen ciertos roles en un sistema social de nivel superior, de modo que podamos combinar los dos según sea necesario en la noción de función3.

La noción de aptación (función4) se ejemplifica por la definición clásica de Radcliffe-Brown de una función social: "la función de cualquier actividad recurrente, como el castigo de un delito o una ceremonia fúnebre, es la parte que desempeña en la vida social en su conjunto y, por lo tanto, la contribución que hace a la mantenimiento de la continuidad estructural." (1935, 396) Por lo tanto, una función social4 (o aptación social) es una característica objetiva de la sociedad que contribuye a su cohesión y, por lo tanto, a su continuidad o "supervivencia". Lo opuesto a una función, en este sentido, es, por supuesto, una disfunción social (o malaptación).

Finalmente, las sociofunciones5 (o adaptaciones sociales) son aptaciones que son el resultado de algún proceso de selección natural o artificial, como el cambio continuo de la línea de productos en vista de las oportunidades del mercado o la actualización del plan de estudios.

Si esto fuera todo lo que hay en las funciones sociales, no habría una diferencia importante entre las funciones sociales y bióticas. Sin embargo, en contraste con los biosistemas y la mayoría de las sociedades animales, las funciones_5 de los individuos y sistemas sociales humanos a menudo implican acciones con propósito. Por lo tanto, llegamos a un sexto concepto de función (o más bien un conjunto de conceptos) que es genuinamente teleológico, que involucra las nociones de intención, propósito u objetivo. Llamamos a esta noción teleofunción. No lo llamamos función6, porque no presupone la noción de función5, que presupone la de función4, que a su vez presupone la de función3. Más bien, ser una teleofunción es una propiedad (relacional) de algunos sistemas que realizan cualquier función5. Es decir, se puede atribuir un propósito u objetivo a cada una de las cinco funciones diferenciadas anteriormente, de modo que las actividades sociales, los roles, las actividades cum roles, las aptaciones y las adaptaciones que son intencionales son teleofunciones (ver Figura 2). Es por eso que obtenemos cinco teleofunciones correspondientes, a saber, teleofuncionesl_5. Por ejemplo, cometer un delito a sabiendas es una teleofunción3 de algún individuo en algún sistema social (una actividad y un papel intencionales), pero es, al menos probablemente, ni una función4 (una actividad y un papel socialmente valiosos e involuntarios) ni una teleofunción4 (una actividad y un papel socialmente valiosos y voluntarios).

La distinción entre teleofunciones y funciones simples corresponde a la distinción de Merton (1957, 51) entre funciones sociales manifiestas y latentes. Las primeras son aquellas que son reconocidas e intencionadas, mientras que las funciones latentes no son reconocidas y no son intencionadas. Incluso las acciones sociales intencionales pueden tener consecuencias imprevistas, algunas beneficiosas y otras perversas. Por ejemplo, un programa de bienestar puede mantener a flote a los pobres al mismo tiempo que induce una dependencia crónica del bienestar. Así, la distinción entre manifestas y latentes ayuda a explicar la persistencia de prácticas sociales que persisten sin haber logrado su propósito manifiesto o que han dejado de servir algún propósito manifiesto útil. (Merton 1957, 64) Por ejemplo, los ritos de fertilidad y otras ceremonias pueden persistir en las sociedades industriales porque tienen alguna función colateral latente, como reforzar la "identidad" del grupo y, por lo tanto, la cohesión social.

Para concluir, las nociones de función en las ciencias sociales difieren de las de la biología en el sentido de que existe una noción adicional de función en el sentido de intención, propósito o meta. Este aspecto teleológico puede aplicarse a cada uno de los cinco conceptos de sociofunción, convirtiéndolos en teleofunciones (o teleosociofunciones).

Funciones en tecnología

El diseño tecnológico puede ser caracterizado como la técnica de inventar e implementar la(s) función(es) que generan el mejor valor. No sorprende que el análisis de funciones sea central tanto en la ingeniería como en la ciencia de la gestión (ver, por ejemplo, Snodgrass y Kasi 1986; Umeda y Tomiyama 1997). Sin embargo, la literatura relevante está empañada por la ausencia de una clara definición del concepto mismo de función. A su vez, esta confusión conceptual genera una confusión generalizada. Así, el autor de un monografía muy elogiada sobre el tema describe la disciplina de la siguiente manera: "En el análisis de funciones, los conceptos se consideran como acciones intencionales involucradas en la creación de productos y servicios." (Akiyama 1991, 3) No se hace distinción entre el concepto, una entidad abstracta, y la acción, un proceso concreto, ni entre los diferentes tipos de función que el diseñador maneja.

Nuestro análisis anterior de los diversos conceptos de función también será útil en el caso de los artefactos. (Para un análisis filosófico de la noción de un artefacto, véase, por ejemplo, Bunge 1985, cap. 5.) Obviamente, los artefactos también llevan a cabo ciertas actividades, realizan ciertos roles o ambos. (Véase también Chandrasekaran y Josephson 1997.) Por ejemplo, una computadora experimenta ciertos procesos que constituyen su actividad interna o función. Y sus actividades internas son de interés para nosotros sólo en la medida en que son relevantes para algún rol (función2) de la computadora en algún supersistema, en particular el sistema usuario-computadora. Sin embargo, no todos los artefactos tienen una función relevante, aunque todos tienen algún rol u otro (función2). Por ejemplo, aunque un martillo o un destornillador no tienen actividades internas de interés para sus usuarios, tienen cierto rol, pero solo cuando se usan. Por esta razón, la noción de función3 (actividad interna junto con rol) puede no ser siempre aplicable o útil en la tecnología.

Al igual que en el caso de los biosistemas, la actividad o el rol de un artefacto puede ser valioso para algún supersistema artifactual del cual forma parte. Por ejemplo, un dispositivo de inyección de combustible es necesario para que los cilindros en un motor de combustión interna funcionen. Su función específica es entonces una adaptación o función4. Si, por otro lado, cierta actividad es disvaliosa para el sistema en su conjunto, es una maladaptación o disfunción. Piense en todos los "errores" que pueden afectar a un sistema informático. Y si un artefacto con una función4 determinada se reproduce debido a esa función, quizás mejorando en el transcurso de este proceso, es además una tecnofunción5.

Sin embargo, las technofunciones_5 en sí mismas son solo tales si son latentes o no intencionales. Aunque la tecnología debe tener en cuenta tales efectos secundarios, el diseño tecnológico involucra las intenciones, propósitos o metas de agentes racionales. Por lo tanto, se puede decir que los artefactos tienen un propósito, en el sentido de que han sido diseñados de acuerdo con algún objetivo de alguna persona. Así, es correcto hablar de la función adecuada de un artefacto, o incluso de su propósito, siempre y cuando se agregue que esta es una función o propósito por proxy. Por ejemplo, un automóvil no funciona por sí mismo ni, en particular, busca sobrevivir. Al involucrar tanto intención como valor para alguien, las funciones tecnológicas son teleofunciones. Y la mayoría de ellas también son teleofunciones_5, ya que son el resultado de una selección artificial (tanto técnica como económica) (Fig. 2).

En conclusión, en la tecnología, al igual que en las ciencias sociales, encontramos cinco conceptos de función, así como la noción teleológica de una teleofunción. De igual manera, cada función_5 puede estar asociada con una teleofunción (o teleotecnofunción).

Cuenta Funcional vs. Explicación Funcional

Cuando atribuimos una función a un sistema, ¿qué explicamos con esto? En particular, ¿los diversos conceptos de función distinguidos anteriormente tienen el mismo o diferente poder explicativo? Veamos.

El primer paso para tratar de entender algún hecho es describirlo. El segundo consiste en subsumir lo particular descrito bajo algún patrón universal o general. Finalmente, en un tercer paso, podemos desvelar el mecanismo o modus operandi del hecho que se pretende entender. Más sobre esto en un momento. Primero, echemos un vistazo al segundo paso, que se conoce como la cuenta clásica de la explicación científica, el llamado modelo de ley de cobertura.

Consiste en un argumento deductivo de la forma:

Ley y circunstancias .'. Proposición que describe el hecho que se pretende explicar.

Para dar un ejemplo, cuando queremos explicar por qué Jones murió, podemos señalar que le dieron (una cierta dosis de) arsénico. Así, se dice que la declaración de la ley "Todas las personas que toman (una cierta dosis de) arsénico están destinadas a morir" y la circunstancia de que Jones había tomado efectivamente (una cierta dosis de) arsénico, explican conjuntamente por qué Jones murió.

En cierto sentido, esto explica por qué Jones murió. ¿Pero es esta explicación satisfactoria? Pensamos que no, porque no nos dice por qué las personas que toman arsénico están condenadas. Habremos explicado este hecho solo si logramos descubrir el mecanismo bioquímico que media entre la ingesta de arsénico y la muerte. Por lo tanto, afirmamos que las explicaciones genuinas apuntan al mecanismo, causal, probabilístico o mixto, mediante el cual ocurren los hechos que se quieren explicar. Por lo tanto, distinguimos las explicaciones mecanicistas (o explicaciones adecuadas) de las meras subsumpciones (ver Bunge 1967, 1983, 1997; Mahner y Bunge 1997; ver también Wimsatt 1976; Salmon 1984). Por lo tanto, el modelo de ley de cobertura describe la subsumpción, no una explicación genuina.

Aplicando estas distinciones a nuestros seis conceptos de función, podemos ver que la noción de actividad interna se define como el conjunto de procesos o mecanismos que ocurren en un sistema, por lo que la referencia a las funciones puede proporcionar una explicación mecanicista. No ocurre lo mismo con el segundo concepto de función, es decir, el de rol. El problema es que un mismo rol (función 2) puede ser el resultado de diferentes mecanismos internos (funciones 1). Por ejemplo, una cierta parte de una planta puede crecer por la hinchazón de sus células o por su multiplicación; la producción de una fábrica puede aumentar bien sea contratando a más trabajadores o bien introduciendo tecnologías más avanzadas; y un mensaje se puede enviar de varias maneras diferentes. Es en este sentido que a menudo se define el concepto de equivalencia funcional: dos sistemas son funcionalmente equivalentes si, y solo si, sus funciones 2 son las mismas, es decir, si tienen (aproximadamente) las mismas salidas independientemente de sus diferencias en las entradas o en los mecanismos. Al no hacer referencia a ningún mecanismo, una atribución de función en este sentido solo puede proporcionar una descripción o, como mucho, una subsumación, pero no una explicación genuina. Por esta razón, hablamos de una explicación funcional en lugar de una explicación funcional propia. De hecho, los científicos no se conforman con las subsumaciones a menos que den con un mecanismo plausible "responsable" del hecho o la función 2 en cuestión. Por ejemplo, la hipótesis de la deriva continental de Wegener no fue aceptada hasta que la tectónica de placas proporcionó el mecanismo subyacente. Y la conjetura de que el estado de ánimo y la emoción afectan la salud no ganó terreno hasta que se desvelaron algunos de los mecanismos neuroendocrinos e inmunitarios correspondientes. Por lo tanto, el conocimiento de la función 2 o el rol solo constituye un conocimiento preliminar.

Lo mismo se aplica al concepto de adaptación o función4. Demostrar que una cierta actividad interna o externa de algún subsistema es valiosa para el sistema del que forma parte, o incluso que su presencia es requerida por el diseño general del sistema en cuestión, es una descripción o tal vez incluso una subsumpción, pero no una explicación mecanicista. (Véase también Wouter 1999, aunque él lo llama "explicación sin causa"). Por el contrario, lo que es mecanicista es una explicación de cómo y por qué una cierta función4 ha llegado a existir; en particular, mostrar que una adaptación es también una función de adaptación (función5) es una explicación mecanicista, porque al hacerlo, el biólogo, por ejemplo, hará uso de la teoría de la selección, que involucra referencias a un mecanismo de evolución.

En resumen, se puede decir que las referencias a las funciones y las funciones5 pueden proporcionar explicaciones funcionales, mientras que las referencias a las funciones2, las funciones4 y las teleofunciones pueden proporcionar, como mucho, descripciones funcionales. La explicación propiamente dicha implica referencias a mecanismos, ya sean causales, probabilísticos o mixtos, mientras que las explicaciones funcionales se centran en las funciones y su relación con el sistema en cuestión. Además, la ascripción de una función en sí misma no proporciona una explicación completa, ya que es necesario conocer el mecanismo subyacente para tener una explicación adecuada. Por lo tanto, se puede decir que las referencias a las funciones y funciones5 proporcionan explicaciones más completas y satisfactorias que las referencias a las funciones2, las funciones4 y las teleofunciones.

De la función al funcionalismo

Con la ayuda de las aclaraciones anteriores, podemos ahora analizar el funcionalismo. Después de haber distinguido seis conceptos de función, en principio podemos formar seis correspondientes nociones de funcionalismo. Si hay realmente seis tales nociones será examinado en las siguientes secciones.

El funcionalismo se entiende generalmente como la tesis (ontológica) de que la función es lo más importante y la materia (o composición) nada; más precisamente, la materia es relevante a lo sumo como portadora material de funciones, pero en tanto que dos cosas realizan la misma función1,2, sus diferencias materiales o de composición no importan. Testimonio de esto es el clásico dictamen de Putnam: "Podríamos estar hechos de queso suizo y no importaría." (1975, 291)

Si el funcionalismo sostiene que las actividades internas (o funciones) de dos cosas composicionalmente diferentes pueden ser esencialmente las mismas, lo llamamos, por razones que se explicarán en la siguiente sección, funcionalismo formalista (o funcionalismo1). Si el funcionalismo sostiene que dos cosas composicionalmente diferentes pueden realizar las mismas actividades o roles externos (o funciones2), lo llamamos funcionalismo de caja negra (o funcionalismo2), porque se pasa por alto el funcionamiento interno de las cosas en cuestión. El mismo nombre se dará a su contraparte epistemológica, es decir, la afirmación de que todo lo que necesitamos saber acerca de las cosas es lo que hacen o qué roles desempeñan (funciones2), independientemente de la sustancia y el mecanismo.

El término 'funcionalismo' también designa la tesis de que cada elemento de ciertos tipos (biológicos, sociales o técnicos) sirve alguna función ("propósito"). En este caso, 'función' puede referirse a una aptación, una adaptación, o incluso a una intención o teleofunción. Llamamos al primero "funcionalismo adaptacionista" (funcionalismo4), y al segundo "funcionalismo teleológico" (o teleofuncionalismo). El teleofuncionalismo propiamente dicho sostendría que todas las socio- y tecnofunciones, sean o no aptaciones o adaptaciones, son en cualquier caso teleofunciones, al ser útiles para alguien o al menos al ser destinadas a ser útiles para alguien.

En lo siguiente examinaremos cuáles funcionalismos discutidos en la literatura filosófica corresponden a las distinciones anteriores. También evaluaremos estos funcionalismos en cuanto a su poder explicativo.

Funcionalismo en Biología y Psicología 

El funcionalismo más conocido es el que se discute en la filosofía de la mente y en la Inteligencia Artificial (IA) (ver, por ejemplo, Putnam 1975; Dennett 1978; Block 1980; Fodor 1981). El equivalente de este último en biología es el proyecto de Vida Artificial (AL) (ver Langton 1989; Langton et al. 1991). En ambos casos, se suelen distinguir dos versiones de funcionalismo: débil (o moderado) y fuerte (o radical). El funcionalismo débil afirma solamente que algunas funciones biológicas (o psicológicas) pueden ser imitadas con éxito por sistemas o máquinas artificiales. En cambio, el funcionalismo fuerte sostiene que la mente en su conjunto -o la vida en su conjunto, según sea el caso- puede ser replicada (no solo mimetizada) por máquinas, y quizás también por otras cosas.

Obviamente, ciertos artefactos pueden imitar el efecto neto o resultado de ciertas funciones biológicas. Es decir, pueden desempeñar ciertos roles (funciones2) aunque difieran del correspondiente ser vivo tanto en composición como en estructura; en otras palabras, son funcionalmente equivalentes según se define en la Sección 5. Por ejemplo, cuando se programa adecuadamente, una computadora puede realizar ciertos cálculos, como calcular el valor de un nivel de energía atómica. Pero lo hace a través de procesos (funciones) muy diferentes de los correspondientes procesos en el cerebro vivo; además, la computadora no sabe qué es un nivel de energía. Por lo tanto, cualquier imitación de este tipo es parcial. Por lo tanto, el funcionalismo débil es un funcionalismo2: afirma solamente que ciertas funciones2 son neutrales al sustrato en el sentido de que diferentes mecanismos pueden desempeñar el mismo papel. Al ignorar los mecanismos subyacentes a los roles en cuestión, el funcionalismo2 es un funcionalismo de caja negra: puede proporcionar descripciones funcionales, pero no explicaciones funcionales.

El fuerte funcionalismo que rige tanto en la IA como en la AL es algo completamente distinto. El primero es la tesis de que las computadoras (o programas de computadora) son equivalentes a los cerebros (o mentes) pensantes, en el sentido de que pueden replicar en su totalidad lo que hacen las cosas originales. Esta equivalencia se dice que es funcional (o estructural), al ser sustrato-neutral, es decir, independiente de la materia que "encarna" las ideas en cuestión. Lo que importan son las computaciones o algoritmos, no los mecanismos materiales. De manera similar, la AL sostiene que la vida es una propiedad de la organización de la materia, no tanto una propiedad de la materia misma que se organiza de tal manera. Por lo tanto, la AL se ocupa de la "base formal" de la vida, lo que nos permitiría replicar o sintetizar procesos vitales genuinos en computadoras y quizás en otras cosas artificiales. (Langton 1989)

En ambos casos, las funciones en cuestión no son ciertos roles (funciones2) que podrían desempeñarse con diferentes mecanismos subyacentes (funciones): se dice que los propios mecanismos o procesos (funciones) son replicables en diferentes "substratos". Por lo tanto, en contradicción con el funcionalismo débil, el funcionalismo fuerte es una instancia de funcionalismo. Sin embargo, para un materialista, esta posición debería ser inaceptable. El punto del materialismo es que solo la materia importa y, en particular, que las funciones de cualquier cosa dependen críticamente del tipo de materia del que está compuesta la cosa. Cambiarla hará que la organización y el mecanismo de la cosa cambien en consecuencia. En contraste, el funcionalismo asume que los procesos (mecanismos, funciones) no son cambios en cosas concretas, sino algoritmos libres de material, que son objetos puramente formales. Por esta razón, lo llamamos funcionalismo formalista. Aunque el funcionalismo fuerte es un funcionalismo, para referirse a mecanismos, estos mecanismos son, como acabamos de ver, mecanismos formales, no materiales. A menos que compartamos la creencia idealista de que los objetos formales pueden dirigir procesos materiales, o estar incorporados en objetos materiales, no podemos admitir que el funcionalismo formalista tenga poder explicativo. (Se hacen críticas adicionales en Boden 1999).

Funcionalismo Adaptacionista

El funcionalismo teleológico tradicional, que ve todo como si tuviera un propósito o buscara un objetivo, ya no es sostenible. Su descendiente científicamente respetable, pero no necesariamente más verdadero, es el funcionalismo adaptacionista. En biología, este es el argumento de que todos los rasgos son en última instancia adaptativos (o funcionales), es decir, producto de la selección natural. En términos teleológicos, afirma que "la selección actúa en beneficio" de algo, ya sea el individuo (organismo o gen) o, hoy en día, menos de moda, la especie. Por lo tanto, si la observación muestra que A hace B, el adaptacionista dirá que A ha sido diseñado para hacer B, o que B es la función adecuada o el propósito de A, o que B ha evolucionado para ser beneficioso para su portador, o al menos para los genes de este último (véase, por ejemplo, Williams 1966). Así, mantiene que el concepto de función es el de función (o función adecuada o adaptación), también conocido como el concepto etiológico de función. Algunos adaptacionistas consideran incluso que las enfermedades son un medio para la supervivencia y la reproducción, aunque, es cierto, esto a veces se vuelve en contra del portador. (Nesse y Williams 1994) Estos autores se abstienen de preguntar si cada enfermedad tiene un origen evolutivo: en cambio, asumen que esto explica todas las enfermedades en esos términos. De hecho, afirman que "debemos descubrir las causas evolutivas de cada enfermedad". (6) Sostenemos que este enfoque de las características biológicas es precisamente la principal falla metodológica del adaptacionismo en general. Sin embargo, si se puede demostrar que una adaptación también es una adaptación, esto puede proporcionar una explicación genuina, ya que se referirá a mecanismos evolutivos como la selección natural.

Panfuncionalismo en Biología Evolutiva y Psicología

Daniel Dennett, quien ha defendido durante mucho tiempo el funcionalismo en cuestiones de mente (1978), recientemente lo ha extendido a la evolución (1995). Al hacerlo, combina el funcionalismo formalista con el adaptacionista. La tesis formalista de Dennett es que la evolución es un proceso algorítmico sin sustrato. Sin embargo, si la bioevolución fuera realmente sin sustrato, sería el único proceso de este tipo. La tesis de que la evolución es un proceso algorítmico es igualmente dudosa, ya que asume que la evolución se reduce a la selección. Pero la selección es un proceso de clasificación, no una fuente de novedad cualitativa. (Sober 1984; Mahner y Bunge 1997; Buller 1998; Walsh 1998). Y dar cuenta de la emergencia de novedad cualitativa (no solo su distribución posterior en poblaciones de organismos) es lo que esperamos de una teoría satisfactoria de la evolución. En cualquier caso, la tesis de Dennett es solo una especulación, ya que no presenta ningún algoritmo evolutivo que podamos alimentar en una computadora para verificar si "funciona" correctamente en la predicción de especiación y extinción.

La suposición de que algún tipo de formalismo algorítmico-selectionista es la fuerza impulsora de todo lo evolutivo lleva a Dennett directamente al funcionalismo adaptacionista: como todo lo biológico es el resultado de la selección, todas las características son adaptativas, si no prima facie, al menos en última instancia. Así, el panselccionismo se empareja con el panfuncionalismo. (Ahouse 1998) No es de extrañar, entonces, que Dennett dedique una parte considerable de su libro a atacar la crítica clásica de Gould y Lewontin (1979) al adaptacionismo (ver también Gould 1997a, 1997b; Mahner y Bunge 1997; Ahouse 1998; Godfrey-Smith 1998).

La combinación de los enfoques adaptativo y formalista de la evolución biológica con la visión de que la mente es una especie de programa de computadora, o procesador de información, produce la última versión de la psicología evolutiva y su incursión en las ciencias sociales. Según sus creadores (Cosmides y Tooby, 1987), las principales tesis de la psicología evolutiva son las siguientes: en primer lugar, la psicología se ocupa de la función o el propósito, no del órgano, y cada función puede ser "instanciada" en una variedad de sistemas. "Así como diferentes tipos de hardware pueden ejecutar el mismo programa de computadora, diferentes mecanismos fisiológicos pueden lograr la misma función adaptativa" (283). Por lo tanto, la psicología no necesita de la neurociencia. En segundo lugar, "la teoría de la selección natural es una teoría de la función" (284). En tercer lugar, existen mecanismos psicológicos innatos, todos los cuales son programas de procesamiento de información que "extraen información del entorno" y la procesan: "mapean la entrada de información en la salida del comportamiento". En cuarto lugar, los mecanismos psicológicos encargados de aprender tareas especiales son "algoritmos darwinianos" que "organizan la experiencia en esquemas o marcos adaptativamente significativos" (286). El misterioso "dispositivo de adquisición del lenguaje" de Chomsky sería uno de ellos.

Como será obvio a partir de las secciones anteriores, estas opiniones están sujetas a serias objeciones. En primer lugar, las funciones no son independientes del sustrato. Si tienen dudas, intenten construir un chip de computadora con aire o hierro en lugar de silicio. Por esta razón, ningún par de órganos podrá desempeñar las mismas funciones, aunque algunos puedan desempeñar los mismos roles. Por lo tanto, nuevamente se recurre a los mecanismos formales, es decir, a los algoritmos. Además, la función presupone el órgano, pero lo contrario es falso. Por lo tanto, la selección natural no solo selecciona "para" las actividades externas de los órganos, que es lo que afirma la tesis de la selección-ve-solo-función, sino también indirectamente "para" las actividades internas.

Además, en nuestra opinión, un mecanismo es un proceso en una cosa concreta; por lo tanto, hay mecanismos cerebrales pero no psicológicos. Además, a diferencia de lo que sostenía la desaparecida "psicología ecológica", el ambiente no contiene información cognitiva. Pero incluso si la contuviera, no hay evidencia de la naturaleza algorítmica de todos los procesos cognitivos, desde el reconocimiento de caras hasta la formación de conceptos. Más bien, nuestro desempeño tentativo y a menudo fallido en tales tareas contrasta fuertemente con la certeza inherente en cualquier proceso dirigido por algoritmos. Finalmente, la afirmación de que "el aprendizaje se logra a través de mecanismos psicológicos (cuya naturaleza aún no se comprende)" (Cosmides y Tooby 1987, 292) recuerda al médico de Moliere, que declaraba solemnemente que el opio hace que uno se duerma porque posee la "virtud dormitiva".

Para concluir, la versión actualmente de moda de la psicología evolutiva es puramente especulativa: se basa en inventar historias adaptacionistas que pueden ser plausibles, pero aún no se han probado, y no es obvio cómo podrían ser probadas de manera inequívoca. Sostenemos que puede convertirse en un campo de investigación científica, pero solo una vez que se hayan abandonado los dogmas adaptacionistas, formalistas y computacionales a favor del enfoque psicobiológico de la mente. (Para críticas adicionales y diferentes, ver Lloyd 1999.)

El funcionalismo en las ciencias sociales

En los estudios sociales, una primera variedad de funcionalismo es el enfoque de elección racional. Si se postula que todas las decisiones maximizan la utilidad esperada (ganancia), entonces se debe asumir que aquellas con consecuencias negativas no previstas corresponden a evaluaciones erróneas y estimaciones de probabilidad equivocadas. Esto hace que el "postulado de racionalidad" no sea falsable. En otras palabras, si la elección es exitosa, se considera que la acción ha sido objetivamente racional; si no lo es, se dice que la acción ha sido solo subjetivamente racional. En cualquier caso, el formalismo se salva a expensas de la sustancia o, más bien, del mecanismo, es decir, la interacción social. Por esta razón, consideramos que el enfoque de la elección racional es una instancia de funcionalismo formalista en las ciencias sociales.

Al no referirse a los mecanismos sociales, el enfoque de la elección racional fracasa miserablemente en explicar la misma existencia de los sistemas sociales, desde la familia hasta la corporación transnacional. Este fracaso es una consecuencia necesaria de su explícita adopción del individualismo ontológico y metodológico. Aún así, cuando se usa con moderación, este enfoque puede tener algún valor heurístico. De hecho, sugiere buscar las razones, buenas o malas, que motivan las decisiones. También sugiere explicar algunas acciones fallidas como resultado de cálculos equivocados. (En contraste, el éxito puede explicarse tanto por un cálculo correcto como por circunstancias favorables).

Lo que se conoce como funcionalismo social es una versión del funcionalismo adaptacionista. Se centra en los sistemas sociales y sus funciones específicas o actividades. También estudia tanto las consecuencias cohesivas o preservadoras del sistema ("funcionales") como las divisivas o interferentes ("dismuncionales") de las actividades de un sistema. En otras palabras, investiga si las funciones sociales son aptaciones (funciones "funcionales") o incluso adaptaciones (funciones "adaptativas"). El funcionalismo social es una alternativa tanto al economicismo marxista como al enfoque tradicional o histórico-cultural centrado en estadistas y batallas. Aunque fue creado por E. Durkheim a principios del siglo XX, el funcionalismo floreció especialmente en el Reino Unido y Estados Unidos entre 1920 y 1960, particularmente en las obras de B. Malinowski y E. R. Radcliffe-Brown en antropología, G. Childe en arqueología y T. Parsons en sociología.

Los funcionalistas sociales postularon que todos los elementos sociales (mecanismos, roles, normas, patrones, instituciones, etc.) surgen y persisten porque son útiles para el sistema social correspondiente, o incluso para la sociedad en su conjunto. En términos negativos: los elementos sociales que han dejado de cumplir alguna función útil eventualmente desaparecen. Por lo tanto, el patrón de explicación funcional sería el siguiente:

Para todo x: Si x es un elemento social útil, entonces x es un elemento social estándar.

b es un elemento social útil.

.*. b es un elemento social estándar.

Obviamente, esto no es una explicación propiamente dicha, sino solo una subsumición o inclusión de lo particular en lo universal. Por lo tanto, es a lo sumo una explicación funcional, no una explicación funcional adecuada. Además, ni siquiera es satisfactorio como explicación funcional, porque tiene una suposición dudosa. Esta es la suposición de que el sistema social es homogéneo, por lo que lo que es útil para su cohesión o preservación es bueno para cada miembro del mismo. Esta suposición ni siquiera es cierta para las sociedades primitivas, todas las cuales retienen elementos negativos como convenciones de parentesco incapacitantes y supersticiones contraproducentes. Por lo tanto, es un ejemplo de la falacia de la división.

Dicho esto, concedemos que aunque las explicaciones funcionalistas de tipo adaptacionista pueden ser superficiales o incluso erróneas, algunas preguntas funcionalistas pueden ser fructíferas. La razón es que muchas funciones sociales son de hecho aptaciones, o incluso adaptaciones. Y la existencia de tales funciones plantea el problema de su origen y persistencia. Ahora bien, cada problema de este tipo puede ser analizado de manera no teleológica como una secuencia de preguntas: ¿cuál es la actividad interna en cuestión? ¿Cuál es su papel? ¿Son valiosas las actividades y los roles para el grupo (o la sociedad) en su conjunto? Si de hecho son aptaciones, ¿son también adaptaciones?

Por ejemplo, la persistencia de la religión en lo que se dice que es la era de la ciencia y la tecnología plantea el problema de la función latente o colateral de algunas iglesias. De nuevo, la corrupción de la democracia política por una élite económica invita a mirar la forma en que se financian las campañas políticas y se seleccionan los candidatos. Ambos son problemas empíricos, no preguntas que se puedan resolver a priori.

Por otro lado, una versión moderada del funcionalismo social requiere una explicación de la distinción y la interrelación entre las unidades microsociales (individuos) y sus disposiciones y actividades subjetivas por un lado, y las características macrosociales (que ahora son restricciones, ahora estímulos para la acción individual) por el otro. (Bunge 1998) Así, en contraste con el funcionalismo radical, su contraparte moderada no proscribe la búsqueda de mecanismos. Al contrario:

El análisis funcionalista en sociología, al igual que en otras disciplinas como la fisiología y la psicología, requiere de una cuenta "concreta y detallada" de los mecanismos que operan para llevar a cabo una función designada. Esto se refiere, no a mecanismos psicológicos, sino a mecanismos sociales (por ejemplo, segmentación de roles, aislamiento de demandas institucionales, orden jerárquico de valores, división social del trabajo, ceremonias y rituales, etc.) (Merton 1957, 52).

En conclusión, el funcionalismo social puede ser estéril o fructífero. Será estéril si solo repite la tesis del Dr. Pangloss de que vivimos en el mejor de todos los mundos posibles: aquel en el que todos maximizan sus utilidades esperadas. Pero será fructífero si analiza los sistemas sociales y trata de descubrir qué los hace funcionar, es decir, sus mecanismos.

Funcionalismo en Tecnología 

Recordemos de la Sección 5 que existe una asimetría entre la función2 y el mecanismo (función): una misma función2 a menudo puede implementarse mediante diferentes mecanismos (funciones). En otras palabras, la relación entre funciones2 y mecanismos (funciones,) es de uno a muchos. Por ejemplo, el gerente de una fábrica plantea preguntas funcionales al ingeniero, como "¿Puedes diseñar una trampa para ratones mejor?". El tecnólogo intenta resolver este problema ideando un mecanismo novedoso, uno que puede implicar cosas diferentes al resorte de acero tradicional, como descargas eléctricas, veneno, drogas que inhiben la fertilidad, o lo que sea necesario. En resumen, los problemas tecnológicos pueden plantearse en términos funcionales2, pero solo pueden resolverse en términos mecanicistas. Por lo tanto, el funcionalismo de la caja negra no ayuda al tecnólogo.

Sin embargo, los usuarios de los artefactos pueden perdonarse por adoptar una postura funcionalista de caja negra. Por ejemplo, la función2 del convertidor catalítico de un automóvil es transformar los gases tóxicos de monóxido de carbono y óxido de nitrógeno, que resultan de una combustión incompleta, en gases inofensivos. El mecanismo del convertidor, que el conductor y el mecánico del automóvil no necesitan conocer, consta de dos reacciones químicas que son posibles gracias a partículas de platino y rodio que actúan como catalizadores. En contraste, el diseñador del convertidor debe conocer su mecanismo. De hecho, cada función3 tecnológica, ya sea procesamiento de símbolos, transporte o control social, debe "realizarse" en artefactos concretos. Por lo tanto, los diseñadores deben dominar dichos mecanismos; en particular, deben conocer el comportamiento de la "cosa" en cuestión, ya sea física, social o lo que sea.

Otro ejemplo es este: Los contadores no están interesados en características como la naturaleza precisa de las operaciones de una empresa, su organización, la moral del personal o su imagen pública; se centran en las entradas y salidas netas de la compañía. Los gerentes y consultores de la empresa, por otro lado, ignorarán esos aspectos solo bajo su propio riesgo: deben identificar los mecanismos subyacentes si desean controlarlos y, a fortiori, mejorar su rendimiento. Esto es todo lo que se puede decir sobre el funcionalismo de caja negra en la tecnología.

Se presume que toda tecnología es adaptativa-funcionalista porque se espera que sus practicantes diseñen artefactos que realicen funciones preasignadas (que son al mismo tiempo teleofunciones), como triturar, procesar símbolos o resolver conflictos. Sin embargo, el diseño tecnológico puede interpretarse de dos maneras: como subordinación de todo a una función clave, o como combinación de la función clave con funciones colaterales. Por ejemplo, mientras que algunos coches son solo vehículos eficientes, otros son también juguetes elegantes o símbolos de estatus. Casas, televisores, empresas, leyes, programas de salud pública y otros elementos tecnológicos son paralelos. Por lo tanto, se puede hablar de dos tipos de funcionalismo adaptativo en la tecnología: radical y moderado. Mientras que el primero sacrifica todo a la eficiencia a corto plazo, el segundo deja espacio para otros factores y horizontes temporales y sociales más amplios. Es la respuesta a críticos del diseño centrado en el rendimiento y sin contexto como Vanderburg (2000).

En arquitectura y diseño industrial, el funcionalismo adaptacionista radical nació en la década de 1920. La escuela funcionalista más conocida es la Bauhaus. Sus lemas eran "La forma sigue a la función" (en realidad, fue declarado por primera vez por Louis Sullivan) y "Menos es más". Es decir, rechazaba las convoluciones típicas del arte plástico renacentista y barroco que no servían para ningún propósito (clave) funcional. En otras palabras, el funcionalismo tecnológico es utilitario y corta los lazos con la tradición. La arquitectura posmoderna es, o más bien era, una reacción contra este funcionalismo frío. Como todas las reacciones, falló.

Ejemplos de funcionalismo adaptacionista radical en la sociotecnología son los métodos de moda para contener la inflación y reducir los costos, es decir, el monetarismo y la reducción de personal, respectivamente. Las políticas monetaristas son ocasionalmente efectivas para reducir la inflación, pero son ineficientes porque causan enormes costos sociales, como el desempleo y el aumento de los gastos sociales correspondientes. De manera similar, la reducción de personal corta efectivamente la nómina, pero rompe el tejido social de la empresa y es por lo tanto ineficiente a largo plazo. Al igual que cualquier otra meta individual, la de aumentar las ganancias se puede lograr de manera alternativa. Lo que importa en una empresa no es solo cuánto beneficio obtiene, sino también los medios tecnológicos y sociales que utiliza para obtenerlo, además de apuntar a objetivos adicionales como el aumento de la calidad y la cuota de mercado.

La tecnología exitosa es solo moderadamente funcionalista: admite valores diferentes a la eficiencia y equilibra esta última con el servicio social. Además, es mecanicista en su totalidad, ya que implica el diseño o control de mecanismos. Por ejemplo, la terapia médica, una biotecnología, consiste cada vez más en manipular los mecanismos de la enfermedad; y la ciencia de la gestión, una sociotecnología, depende cada vez más del conocimiento de los mecanismos sociales que operan en la empresa. En contraste con las artes y artesanías tradicionales, toda la tecnología moderna se caracteriza por la utilización o diseño de los mecanismos que median entre la entrada y la salida, y que maximizan la relación salida/entrada. Por lo tanto, tanto el funcionalismo formalista como el de caja negra están fuera de discusión en la tecnología.

Conclusiones 

Si reconocemos que, en ciencia y tecnología, no existe un único concepto de función para todo propósito, deberíamos intentar reanalizar y sistematizar las diversas nociones de función propuestas en la literatura. Esto es lo que hemos intentado hacer en este artículo al distinguir entre cinco conceptos no teleológicos y sus contrapartes teleológicas, así como al analizar las relaciones lógicas entre ellos. Además, esta sistematización nos ha permitido proponer una clasificación de aquellas opiniones que se enmarcan en la etiqueta del funcionalismo, mostrando que el término 'funcionalismo' hereda las ambigüedades del término 'función'. Ya sea que nuestro intento sistemático sea considerado completamente satisfactorio o no, debería mostrar al menos que una perspectiva sintética sobre funciones, explicación funcional y funcionalismo en ciencia y tecnología es una meta valiosa.


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